Mi recuerdo de San Mateo
Mi recuerdo de las fiestas de San Mateo sigue vivo en mi ciudad. Los fuegos artificiales y el helado de limón. Agarrar fuerte la mano de mi padre en las barracas. Las marionetas de la glorieta del Doctor Zubia y el festival de la Calle Colón, con ese olor característico de las fogatas de chuletillas al sarmiento.
Además, mi madre nos ponía el vestido y casi siempre la chaqueta para ir al Espolón a ver el tradicional pisado de la uva. Cada año, esos señores fornidos se abrazaban los hombros y se apoyaban uno en el otro para pisar fuerte el montón de uvas negras que cobijaba una media barrica en medio del Espolón. El mosto salía por la canilla y, el acto, finalizaba entre aplausos de las autoridades y de todo mundo.
La fiesta de la vendimia era una metáfora de la ciudad de Logroño. Empezaba con la exposición agrícola del fin de semana anterior a las fiestas. Nos encantaba ver todas esas verduras gigantes de colores, fruto del esfuerzo de los agricultores de todas las comarcas y valles riojanos, desde Calahorra hasta huerta de Varea, al lado de Logroño.
De San Mateo, me quedo con la atmósfera de fiesta de la típica ciudad de provincia española, las tradiciones gastronómicas locales y los sabores de siempre, que las madres mantenían vivos en los fogones de las familias: el besugo en salsa riojana y el corderito al chilindrón. A veces, esos días bebías un sorbo de vino de las grandes bodegas, porque eran las fiestas de San Mateo.
Pero si hay un lugar que cobra vida especial durante San Mateo, ese es la Calle Laurel. Allí, entre risas, canciones y brindis, los logroñeses y visitantes se mezclan en un ambiente único. Laurel se convierte en el epicentro del tapeo. Cada bar ofrece su pincho estrella, acompañado de un buen vino de Rioja. Muchos visitantes me preguntan qué ver en fiestas de San Mateo, y siempre les digo que además del pisado de la uva, los desfiles y los fuegos artificiales, hay que perderse por la Laurel. Allí está el pulso real de la ciudad: cuadrillas con pañuelos al cuello, canciones improvisadas y el olor de la buena gastronomia.
Porque, cuando son las fiestas de Logroño, la ciudad entera late al ritmo de San Mateo.
